Paseo por las calles

Ver vídeo

Todo sobre Chilluévar

Las quebradas callejas de Chilluévar desembocan en caminos y senderos que desvelan la peculiar naturaleza de su término municipal. Unos se adentran en el dócil bosque de olivos que tapiza su alta campiña, trascurren a la orilla de los ríos, de fuentes y de manantiales. Otros se abren paso entra la espesura de pinos y encinas de las accidentales estribaciones de la sierra.

Centro

Neurálgico

El ambiente bullicioso en Chilluévar se concentra en la Plaza de la Constitución, una elevada plataforma rodeada de árboles a la que se accede a través de una empinada escalinata. Las fachadas rurales de las casas enmarcan este simbólico espacio al que concurre la vecindad de forma espontánea y donde tienen lugar sus fiestas y celebraciones. Desde la plaza, las callejuelas estrechas se descuelgan buscando la vega de los ríos y arroyos que surcan el término municipal, configurando un enmarañado casco urbano de marcado carácter rural. Sobre el entramado ocre de los tejados despunta el alto y delgado cilindro de ladrillo conocido como la Torre del Duende, una chimenea que perteneció a un antiguo molino de aceite y fabrica orujera. Junto a ella, hace acto de presencia la sólida torre del campanario de la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz, de planta cuadrada. El templo de Chilluévar fue mandado a construir en el año 1787. De esta época es la pila bautismal que atesora bajo las bóvedas del interior. En el muro de su sencilla portada, realizada en piedra, exhibe un escudo que perteneció a la ermita de Chilluévar la Vieja y que representa el milagro de la colocación de la casulla por la Virgen a San Ildefonso.

A un kilómetro de distancia del núcleo poblacional de Chilluévar se encuentra la pequeña aldea de Los Almansas, un pequeño remanso de paz que mantiene intacta su impronta.

Las ruinas de Chilluévar la Vieja

Las ruinas de Chilluévar la Vieja, los cimientos de su venerada ermita, su concurrida hospedería y su gran alberca, aún subsisten como un nostálgico recordatorio del primer emplazamiento que tuvo la localidad a escasa distancia del actual núcleo poblacional.
Los alrededores de Chilluévar están salpicados por los restos de viejas construcción agrarias, modestas casas de labranza construidas con adobe y cortijadas, como Los Almansas, que conservan la arquitectura vernácula de la zona. Algunas de ellas son hoy espacios únicos, de irrepetible encanto, recuperados para el disfrute del turismo rural. Están inmersas en los bosques de olivo que pueblan el campo de Chilluévar y en las orillas de sus numerosos regatos y manantiales. La frondosidad del parque natural se respira también en el curso alto del río Cañamares, el cual, salvado por un puente de piedra de origen romano, se abre paso entre las masas de pinos. El Cañamares junto con el río de la Vega son los dos afluentes más importantes de Chilluévar. Hasta él van a parar las aguas de numerosos hontanares que hacen crecer en sus márgenes una rica vegetación de ribera.